
En los próximos días tendrán lugar las presentaciones del libro de nuestro compañero Alfonso García Aranzábal, La casa del cedro, de la editorial Librucos. Una antología de relatos que nos muestra una cuidada selección de sus mejores narraciones. Alfonso G. Aranzábal ha recibido números premios en concursos literarios y este es su cuarto libro después de: Relatos santanderinos de ayer y hoy, El secreto del cerro de San Pedro y El Montañés y su tiempo.
En esta ocasión, Alfonso vuelve a sus orígenes con veintinueve relatos de muy diverso tipo en los que destacan la emoción y sensibilidad. El autor logra, en muchos de ellos, emocionar al lector con su humanidad, sus tiernos personajes y su naturalidad. Cualquiera de nosotros podemos pasar por las vicisitudes de muchas de estas historias que recuerdan nuestra infancia común, nuestra familia, el mar y la muerte como algo cronológicamente natural.
Las diferencias entre los relatos, por su distinta extensión y concepto, convierten el libro en una montaña rusa en la que uno no sabe qué tipo de relato será el siguiente. La variedad en las narraciones podría hacer pensar que este libro es para todos los públicos y así es si pensamos en la edad o los distintos gustos, pero es absolutamente necesaria una especial sensibilidad para poder apreciar la ternura de algunos de sus títulos. El autor nos coloca en todo tipo de situaciones sencillas, cotidianas, que cualquiera puede vivir o haber vivido. Aquellos profesores que tuvimos, aquel maestro inolvidable, la infancia en el pueblo, la bahía de Santander, leyendas de nuestros pueblos, cuentos de siglos pasados, un hombre en un bar que puede ser un héroe de la segunda guerra mundial o un charlatán y dos relatos que nos enfrentan con la realidad más terrible y humillante. En Eras mi vida uno va viendo todo lo que ha ido perdiendo nuestro personaje y la tristeza infinita que le invade, pero ¿qué es lo que ha perdido? Otros, nos envuelven en aventuras de comandantes intrépidos y misterios policiacos.
Los personajes, invadidos por una gran nostalgia, atesoran sólidos valores dando gran importancia a las relaciones humanas.
El personaje principal de La estantería de los libros indultados dice:
No soy tan creyente como tú piensas, pero admiro a las personas que ayudan a los demás. De hecho, mi propósito en la vida es intentar ser recordado como una buena persona, no hay ningún otro objetivo que merezca más la pena; y eso, ser buena persona, no tiene nada que ver con las creencias de cada uno.
El maestro de nuestro relato explica:
Hay personas que no comprenden que todos somos iguales y que hay que amar a los demás sin tener en cuenta su raza, religión o clase social. Incluso le diré más, alguien dijo: «Hay que amar también a nuestros enemigos. ¿Qué mérito tendría amar solo a los que nos quieren?
En El arroyo de las ratas el Dioni se pregunta: ¿Por qué las personas se tienen que morir? (…) Mi abuelo se murió el año pasado. Yo no quería, pero se murió. (…) Si el hombre ha llegado a la luna y ha estado allí, ¿por qué mi abuelo no puede estar en una estrella?
Carlos en El otro lado de la puerta afirma: Es el amor el que mueve el mundo. (…) Todos podemos cambiar. Solo depende de uno mismo. Hay que querer cambiar, ser mejor.
En medio de bellas descripciones los personajes de Alfonso G. Aranzábal viven amor y sufrimiento haciéndose las grandes preguntas de nuestra existencia. Es indudable que sus relatos no dejarán a nadie indiferente y que la emoción y el sentimiento nos envolverán.
Habrá una presentación en Santander en la librería Gil el viernes 17 de junio a las 19h con la presencia del autor y de Elena Bargues y en Torrelavega, en la Feria del libro el viernes 24 a las 12,45 con Luis Salcines y Alfonso G. Aranzábal.
