Estela de Oro de las Letras de Cantabria 2019, el académico inauguró el ciclo de conferencias de la Sociedad Cántabra de Escritores.
“Cada vez estoy más interesado en los textos literarios de los grandes escritores porque en ellas se contienen las claves más interesantes para el conocimiento humano”, dijo el catedrático emérito de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense, Ángel Sánchez de la Torre, al inicio de su conferencia “Silueta antropomórfica del perro cazador”, pronunciada el 16 de octubre en el Centro Gallego de Santander. Esta conferencia inauguró el Ciclo 2019-2020 de la Sociedad Cántabra de Escritores.
El profesor Sánchez de la Torre comenzó señalando que “la total simbiosis a la que llegan hombre y perro como compañeros que comparten el pan y el esfuerzo en el ejercicio de la caza hace que acaben pareciéndose”. Ello se debe a la absoluta lealtad con la que cada uno respeta el rol complementario y necesario que le corresponde al otro”.
Durante miles de años perro y ser humano colaboran para ganarse el alimento juntos, de modo que llegan “a pensar” juntos, afirmó. Naturalmente, el pensar propiamente dicho es el humano, pues el hombre es el único ser que tiene la facultad de captar la “ousía” inabarcable e infinita del ser, según la filosofía griega, cuya forma de expresión verbal es el infinitivo, señaló.

Si bien el homo ha ido perdiendo en la evolución la mayor parte del instinto físico del ser primitivo que fue, a la vez se ha ido dotando de “otra forma de cazar” más propiamente humana, que es “captar”; de hecho, “cazar” y “captar” son voces de significado análogo.
En la evolución de las dos especies, el perro se ha mantenido como ser eminentemente instintivo, que, desde esa condición sigue complementando las destrezas propias del hombre desde el principio de los tiempos de nuestra especie. Como ejemplo de la simbiosis del cazador humano y el canino, se refirió el conferenciante a la aportación al éxito venatorio del mítico olfato del perro, 300 veces más potente y preciso que el humano; de hecho, el perro conoce las huellas de los animales, con tal grado de detalle, que no solo identifica la pieza de la que se trata, sino además el momento temporal de su paso por el paraje e incluso su itinerario, es decir su lugar de procedencia y el sitio del monte al que se dirige. El perro orienta al hombre y emplea rugidos y dientes para acercarle la presa.
Como el alcance de todas estas portentosas facultades físicas del perro está limitado a unos metros escasos, la información que aporta necesita ser complementa mediante la mayor capacidad del ojo humano, que tiene un alcance visual mucho mayor que el de su compañero canino.
Sánchez de la Torre hizo un repaso a los grandes escritores que se han ocupado de la “duidad” hombre-perro en el ejercicio de la caza, citando en primer lugar a Jenofonte, discípulo de Platón, autor de la “Anábasis” y la “Ciropedia”, libro este último que describe la educación del rey persa Ciro.
En su obra “Cinegética o Arte de la Caza”, Jenofonte reflexiona sobre el origen de la caza y los enfoques mitológicos que se le habían dado al tema en épocas anteriores. El autor de la “Anábasis” describe las distintas razas de perro, las cualidades cinegéticas de cada una de ellas, entre ellas su capacidad para el rastreo de la liebre, el ciervo, el jabalí o las fieras.
El amo educa a su perro y elige un nombre propio para llamarlo y orientarlo; además le entrena para que le ayude mejor: cazar, guardar la casa, o guiar y defender al rebaño.

El profesor Sánchez de la Torre enumeró los 47 nombres propios de perros que cita Jenofonte en su “Cinegética”, cuya característica común es su brevedad, destacó el catedrático; para el autor griego un nombre de perro debe constar de dos sílabas, ya que esta es la cantidad máxima de la voz humana que el perro distingue nítidamente como dirigida a él.
Se extendió en la complicidad que el perro ha tenido con el hombre en la evolución de las culturas, pues le ha ayudado a avanzar técnicamente, beneficiándose como contraprestación, de los cobijos frente a la intemperie construidos por los humanos, protección mutua, cierta seguridad alimentaria, y el afecto cálido que le dispensan las personas.
Entre otros autores clásicos, Sánchez de la Torre, citó también a Platón, que adivinaba en el cazador “cierta bravura divina” y consideraba el ejercicio de la caza como un modelo de virtudes del buen ciudadano; Santo Tomás de Aquino, por su parte hablaba del “buscador de la verdad” utilizando la imagen del “venator”, el cazador.
Hizo hincapié especial en la escuela filosófica cínica, cuyo nombre (kines) está vinculado a los perros. Del perro, dijo, el filósofo cínico trata de imitar la “puntería” con la que este animal acierta a la verdad. “Al perro no hay quien lo engañe”, dijo el profesor Sánchez, “y de esta condición participa el filósofo que indaga la realidad auténtica de las cosas por debajo de sus apariencias; los cínicos, concretamente, en una progresión hacia el estado de naturaleza, hacia el punto anterior a que la ciudad fuera ciudad, existieran linderos, ni propiedades, ni convenciones culturales; la marcha atrás hasta la más absoluta simplificación”.
De hecho, el ideal educativo de Isócrates no era otro que la creación de ciudadanos que fueran guardianes de ese orden natural no convencional.
El conferenciante considera un ensayo filosófico de la más alta calidad, el prólogo que escribió Ortega y Gasset para el libro “Veinte años de caza mayor”, de Eduardo Figueroa, Conde de Yebes.
Concluyó el académico afirmando que proyectar una silueta antropomórfica como es la del perro cazador no implica que éste sea una persona humana. “Solo es persona el interlocutor, es decir, el que tiene la capacidad de formular y responder preguntas, que es en lo que consiste la interlocución interpersonal”.
El hombre, sentenció Sánchez de la Torre, es el prototipo de persona, pues participa por arriba de lo que podríamos llamar “divinitas” y por debajo de la “animalitas”, en medio de las cuales se erige como la única entidad capaz de dar sentido al mundo.
Por su parte el perro tiene una proximidad tan asombrosa al ser humano, que, observando los movimientos musculares del rostro humano, el animal entiende perfectamente lo que en cada momento necesita comprender”.
Sánchez de la Torre (Ribadesella 1929) es catedrático emérito de Filosofía del Derecho en la Universidad Complutense, autor de una copiosa obra científica publicada desde 1957, miembro de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y Canciller del Instituto de España.
En la actualidad está orientado a la investigación de la Filosofía Jurídica y Social de la Grecia clásica, con la publicación de varios libros sobre este campo.
El resto de publicaciones Historia de la Filosofía Jurídica, Derecho Natural, Teoría del Derecho, Sociología del Derecho, Arqueología del Derecho, conceptos jurídicos fundamentales, Derechos Humanos o fundamentos del conocimiento jurídico.
El 19 de febrero de 2019 la Sociedad Cántabra de Escritores le otorgó la Estela de Oro de las Letras de Cantabria. Desde ese momento ha impartido tres conferencias en la Sociedad Cántabra de Escritores, la primera sobre los grados de consideración del trabajador en relación a las distintas denominaciones de la retribución que recibe por sus prestaciones laborales, la segunda sobre la figura del toro como símbolo del poder, y la que el martes 15 de octubre analizando la figura del perro cazador colaborador del ser humano.
La presentación de la conferencia 15 de octubre corrió a cargo del presidente de la Sociedad Cántabra de Escritores, Isidro Cicero, quien hizo un breve resumen de las tres lecciones magistrales que el ilustre lebaniego ha impartido este año en la SCE, agradeciendo la generosa disponibilidad del académico.