Emotiva y multitudinaria entrega del título de Escritor Vitalicio a la familia de Armando González
Estuvieron presentes en el acto la alcaldesa de Santander, Gema Igual, y el consejero del Gobierno de Cantabria, Javier López Marcano.
[Izq. - Dcha.] Víctor Abascal Acebo, Fernando Ateca, José Ramón Saiz Fernández, Francisco Javier López Marcano, José Antonio Otero Hermida, Roberto Noriega Peláez y Pablo Galán.

Doscientas personas asistieron el 20 de junio de 2023, en el salón de actos del Centro Gallego de Santander, a la entrega del título de Escritor Vitalicio concedido al historiador deportivo, recientemente fallecido, Armando González Ruiz. La entrega, entre los aplausos de los asistentes, se realizó a la familia de manos de la alcaldesa de Santander, Gema Igual, quien en su discurso se refirió a la fructífera y extraordinaria labor de Armando en favor de la difusión de la historia y de los grandes valores del deporte cántabro.

Todos los intervinientes destacaron que Armando fue un escritor apasionado del mundo del deporte, incansable investigador que supo transmitir a través de ese amor que sentía sus grandes conocimientos sobre la historia deportiva de Cantabria.

Al acto se sumaron también numerosos socios de la SCE, así como la familia del homenajeado con intervenciones del presidente de la Sociedad Cántabra de Escritores,  José Ramón Saiz Fernández; José Antonio Otero Hermida, presidente del Centro Gallego de Santander; Víctor Abascal Acebo de la SCE; Roberto Noriega Peláez, Director del Museo Vicente Trueba de Torrelavega; Fernando Ateca, ex-presidente de la Federación Cántabra de Ciclismo; Pablo Galán, Miembro del Comité Olímpico Español; Francisco Javier López Marcano, “repetidamente Consejero de Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria,”quien mantuvo –como recordó- una relación y sintonía con Armando, apoyando todas sus iniciativas en dar a conocer la historia deportiva de Cantabria”.  En nombre de la familia, intervino Marco Antonio Cobo, (ahijado del homenajeado). Destacar, igualmente, las intervenciones de Carolina Pajares González (nieta del homenajeado), que interpretó varias piezas musicales con su guitarra.

La lectura del acta de concesión corrió a cargo de Gilda Ruiloba Gutiérrez, Secretaria de la SCE, estando presentes en el acto la práctica totalidad de su junta directiva.

Fue, resumiendo, un acto de cargada emoción en reconocimiento a su labor de investigación. El Presidente de la SCE, José Ramón Saiz, indicó que gracias, por un lado, a Fermín Sánchez (Pepe Montaña), y Armando, se puede conocer con precisión la brillante historia deportiva de Cantabria del último siglo y medio. Todos los intervinientes destacaron el excelente trabajo de Armando, realizado con pasión y entrega, lamentando su desaparición en plena actividad creadora.

José Ramón Sáiz Fernández, presidente de la Sociedad Cántabra de Escritores.
Roberto Noriega Peláez, Director del Museo Vicente Trueba de Torrelavega.
Fernando Ateca, expresidente de la Federación Cántabra de Ciclismo.
Carolina Pajares González, nieta del homenajeado, interpretó varias piezas musicales.
Pablo Galán, Miembro del Comité Olímpico Español.
Francisco Javier López Marcano, “repetidamente Consejero de Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria”.
Gilda Ruiloba Gutiérrez, Secretaria de la SCE.

RECONOCIMIENTO DE LA SCE

Para este homenaje póstumo, la Sociedad Cántabra de Escritores difundió entre los asistentes una minuta del acto en el que se recogían los valores humanos y literarios que Armando desarrolló en su fecunda vida y actividad en pro del deporte de Cantabria. Este texto señala lo siguiente:

«La Sociedad Cántabra de Escritores (SCE) desea evocar y homenajear la figura de Armando González Ruiz (1933-2022), ejemplo de caballero y escritor dedicado a difundir, a través de sus grandes conocimientos sobre la materia, la historia deportiva de Cantabria. Vinculado estrechamente al deporte desde su niñez, en su fructífera andadura vital ejerció cargos deportivos y federativos en el baloncesto, balonmano, tenis de mesa, ciclismo, natación, patinaje y béisbol en Cantabria y en Vizcaya. Gracias a sus conocimientos técnicos, fue también entrenador y árbitro de baloncesto y hockey sobre patines.

Colaborador en COPE Santander y La Gaceta del Norte en materia deportiva, en 1983 publicó ‘España en los Mundiales de Fútbol’, toda una mirada exitosa a la dimensión internacional de nuestro deporte rey; labor que continuó con obras de prestigio  como los Juegos Olímpicos, 1896-1992 en el Museo Olímpico del C.I.O. (1992); Natación cántabra (1924-1997),  Centenario del ciclismo cántabro (1995), Cantabria ciclista de la A a la Z (2004); Cántabros campeones de España de ciclismo (2005) u Ciclocross cántabro (2014), además de  biografías muy completas dedicadas a los ciclistas Cipriano Elys (2011) y Victoriano Otero (2011). 

Su incansable labor de difusión de todo lo relacionado con el deporte le llevó a escribir sobre la Familia Olímpica de Cantabria (2014), el Boxeo en Cantabria (2015), Boxeo en Cueto’(2016), El automovilismo cántabro (2015) y Voleibol en Cantabria (2017). Pero, sin duda, su obra más monumental lleva por título Historia de los deportes de Cantabria que en tres grandes tomos trata del origen y desarrollo de setenta modalidades deportivas que comenta y analiza magistralmente de forma esquemática.

A tan altruista labor de difusión de la grandeza deportiva de Cantabria, la Sociedad Cántabra de Escritores le recuerda con emoción en este acto de homenaje, respuesta al mazazo que recibimos todos sus miembros cuando conocimos su fallecimiento el 20 de mayo de 2022.  A su hombría de bien y su grandeza humana y moral, homenajeamos su recuerdo recordando el exitoso legado que nos ha dejado como miembro participativo de nuestra SCE. Cantabria y el deporte le agradecen tan eficaz como desinteresada labor que con sabio magisterio desarrolló».

Gema Igual hizo entrega a la familia del título de Escritor Vitalicio de la SCE a Armando González Ruiz.
Víctor Abascal Acebo, de la SCE.

INTERVENCIÓN DE VÍCTOR ABASCAL (SCE)

Recogemos la intervención de Víctor Abascal, miembro de la Sociedad Cántabra de Escritores, en el acto de homenaje póstumo a Armando González, de quien fue amigo personal, siendo conocedor de su obra literaria. Esto es lo que dijo Víctor en recuerdo de nuestro compañero.

«Armando, ante todo, fue un hombre bueno. De mirada profunda, inteligente y penetrante, pero a la vez, tierna y relajada; como queriendo introducirse en la idea de su interlocutor. Sabía escuchar sin interrumpir y, sin embargo, no le molestaba que a él le interrumpieran. Quizá, por eso, era muy fácil conversar con él.

El deporte fue su pasión. Una forma de vida. El alma de su interior. Y Cantabria, el origen y el destino de ese mundo; su mundo. Y yo lo pude comprobar. Fui practicante de atletismo en la modalidad de carreras de fondo y eterno aficionado del ciclismo; fueron esas dos facetas mi principal satisfacción deportiva. Cuando, con Armando, disfrutaba de ambas conversaciones, el tiempo dejaba de existir para los dos. Yo le comentaba, que me habría gustado ser ciclista; que, cada año, pedía a los reyes una bicicleta, pero que nunca me la dejaron porque, al parecer, no podían traerla desde un lugar tan lejano como era Oriente; que al pasar mi niñez en Torrelavega, me escapaba a ver la llegada del Circuito Montañés en los Campos del Malecón u otras llegadas en el paseo de Torres; que me gustaba acercarme a los corredores para sentir el aroma del linimento y que, por un momento, me convertía, yo también, en uno de aquellos sufridores de la ruta; que, durante la Vuelta a España o el Tour de Francia, me acercaba por las tardes a comprobar la clasificación de cada etapa que se exponía en una gran pizarra colgada en una columna de la Plaza Mayor.  Le hablaba de ciclistas de Torrelavega o de otras partes de la región que hicieron historia, como Vicente Trueba, Vitorino Otero, Julio San Emeterio “El Mezo”, Adolfo Cruz “El Finchu” y de sus respectivos hermanos: “El Mezuco” y “El Finchuco”; así como de Martín Piñera “El Carromatero”, Eguren, Los hermanos Morales, Pérez Francés, Ventura Díaz, Linares, Gonzalo Aja, y tantos, y tantos otros que dio esta tierra de Cantabria. Armando parecía olvidarse del tiempo y de la realidad del momento; su mirada se perdía en los tiempos de aquellos campeones y en las gestas de sus triunfos. Me comentaba anécdotas de cada uno de aquellos sufridores de la ruta, o me descubría o ampliaba aspectos y curiosidades que yo desconocía por completo. También salían a relucir ciclistas del resto de España y que, en otra época, dejaron también la huella imborrable de sus gestas: Bernardo Ruiz, Fernando Manzaneque, Antonio Suarez, Salvador Botella, Bahamontes, Loroño, etc., etc. Armando me miraba y yo podía percibir la respuesta amable y alegre de sus ojos. Sin duda, el tema le apasionaba; hasta el semblante de su cara mostraba el grado de interés por mis palabras. Yo continuaba con extranjeros también: Louison Bobet, Valkoviak, Charles Gaul, Van Impe, Van Looy, Jean Dotto, Roger Rivier y demás. Armando mantenía un momento de silencio, como invitándome a continuar, pero a mí también me apetecía escuchar el relato de su infinita sabiduría, de su forma apasionada y peculiar de conversar, pero al mismo tiempo, de una claridad didáctica y sosegada de expresarse. Armando fue un apasionado de todo el deporte, pero, sobre todo, del ciclismo, y, por esa razón, fue sabio también. Comprendió, que el deporte de la bicicleta, era el icónico del esfuerzo, del sufrimiento, del sudor y del crujir de dientes en los puertos, del dolor en las piernas y el dolor también de las caídas, el pulso continuado de las piernas contra la resistencia de los pedales, de la fatiga general y de esa lucha interminable entre la mente y lo físico. Quizá, por la singular y dramática dureza de tan emblemático deporte, pudo suponer para Armando un especial atractivo.

Pero, si el ciclismo fue para él una predilección, el resto de modalidades deportivas, le supuso también una buena dosis de atención. Fue por ello, que dedicó buena parte de su vida a estudiar e investigar cada una de ellas, pero, además, a sus deportistas más destacados. En este sentido culminó la publicación de una obra extraordinaria, sublime diría yo: “Historia de los deportes de Cantabria”. Esta obra es un “Diccionario de los deportes”; desde a “A” a la “Z”, ya que recorre todas sus modalidades. Una verdadera enciclopedia; una joya de consulta de la historia deportiva de Cantabria; en definitiva, un legado que iluminará para siempre la estela que dejaron los deportistas de nuestra tierra. Pero, además, Armando tuvo un especial reconocimiento para toda la familia olímpica de nuestra región; aquellos que, por la valía de sus méritos, llegaron a lo más alto, al cénit de su carrera: participar en unos Juegos Olímpicos. Y Armando era consciente de lo que este logro significaba para cualquier deportista: el sueño supremo y sublime. Sin ninguna dilación, se puso manos a la obra. Indagó sobre la participación histórica de cuantos cántabros acudieron a alguna de las Olimpiadas, así como de aquellos que obtuvieron alguna medalla. Fue un trabajo dificultoso, pero, al mismo tiempo, para Armando, apasionado y ambicioso. Quería que el esfuerzo y la gloria alcanzada por aquellos destacados deportistas, quedara escrita y reflejada para siempre, y que las generaciones venideras puedan sentirse orgullosas de quienes les representaron en el evento mundial deportivo más importante que existe. Y Armando dio luz a una obra magistral: “Familia Olímpica de Cantabria”. Hubo otras muchas publicaciones dedicadas a deportes en particular: fútbol, baloncesto, natación y un etc. interminable. Y es que la obra y la herencia dejada por Armando del mundo del deporte, es tan amplia y extensa, que, por tal motivo, sería casi imposible de enumerar.

Armando amó el deporte, sí, pero, sobre todo, amó a su familia y amó a sus amigos. Y termino como empecé: Armando fue, sencillamente, un hombre bueno. Gracias por tu legado y por tu amistad».

Marco Antonio Cobo, ahijado del homenajeado.

INTERVENCIÓN DE LA FAMILIA

La familia intervino con un bonito y emotivo discurso que fue leído por Marco, ahijado de Armando. Su tercera hija, Paloma (que expresó sus disculpas “por no poder leer personalmente las palabras que le hemos dedicado”) redactó en nombre de todas estas palabras desde la confianza, como bien dijo, que Marco “trasmitirá con la misma pasión lo que sentimos en lo más profundo de nuestros corazones”. Este es el texto completo:

«Cuando era pequeña temía la esperada pregunta que te hacen en el cole: PROFESIÓN DEL PADRE Y DE LA MADRE. La de mamá era fácil, en el hueco que dejaban podías escribirlo; pero la de papá…, no había hueco suficiente para escribirlo, no sabía que poner. Así que llegaba a casa y les consultaba que podía escribir en ese huequito que dejaban. Nunca me dijeron ni escritor, ni locutor, ni nada relacionado con el deporte. Mi casa y su despacho eran un mar de folios blancos, papeles escritos, papel calca, periódicos, máquinas de escribir, máquina de escribir eléctrica, rotuladores ‘Edding 1200’ en negro y azul, recortes, fotos de deportistas, aparatos de radio, grabadoras de voz, cámaras de fotos, la super 8 y una línea de teléfono fijo sonando a todas horas (nuestra casa y su despacho compartían el mismo teléfono). El famoso 23 73 83. ¡Nunca descansaba! y cuando hablabas con algún amigo o amiga…, lo descolgaba desde la oficina y te decía: “Colgad que tengo que hacer una llamada importante” o hacía clic, clic, clic con el interruptor del teléfono para darnos algún recado. Jjjjj

A medida que fui creciendo, pese a entrar en la adolescencia, seguíamos toda la familia acompañándole a todos sus actos deportivos o presentaciones de libro. Siempre recuerdo a mi madre nerviosa por si no habría nadie en la inauguración de alguno de sus libros, por si no lo presentaba bien, y un largo etcétera. Nunca acertó mi madre. Todos 2 esos encuentros, que fueron muchos, siempre estuvo rodeado de sus padres, sus fans números uno; sus 4 hermanos y cuñadas; mi abuelo materno; mi madre; mis hermanas; los deportistas; colaboradores y amistades. Poco a poco, fueron entrando novios a casa y después, sus nietos que también tuvieron la suerte de ver como un abuelo septuagenario u octogenario seguía escribiendo y presentando libros. En esa etapa quiero recordar a Elena, que le ha estado ayudando a pasar los borradores de sus libros a la informática, cómo decía papá.

Cuando mi madre ingresó en el hospital Marqués de Valdecilla, tras sufrir un fuerte derrame cerebral y pasar casi un mes en la UCI, mi padre trasladó su despacho a una sala vacía del hospital cercana a la UCI. Allí se pasaba las horas escribiendo y esperando la hora de la visita para poder estar con ella los 5 o 10 minutos que nos dejaban acompañarla. Nunca nadie le llamó la atención por crear su propio despacho. Durante ese mes no dejó de escribir y tras la ausencia de mi madre supo salir a flote y no se rindió en ningún momento. Continuó volcado en la escritura, en ayudar a federaciones, y deportistas. Quien le haya conocido bien, recordará que antes de llevar bastón de trekking, papá estaba lleno siempre de papeles, su agenda y periódicos. ‘Armando papeles’.

Sus dolores musculares y su edad no le impidieron dejar de escribir porque fue un adelantado a su tiempo: Su primera pelota se la regaló su prima Teresita, tenía 8 años y desde ese momento, el deporte formó parte de su vida. Cuando era joven y sus cualidades físicas eran buenas, practicó distintos deportes, principalmente baloncesto y futbol. Cuando vio que las cualidades ya no eran las mismas, fue inteligente y comenzó a entrenar a chicas y chicos, a formar parte de las federaciones de varios deportes, tanto en Bilbao como en Cantabria, a escribir libros, organizar eventos deportivos y ser una enciclopedia del deporte… y sus últimos años a escribir breves evocaciones.

Nunca le vi quejarse por trabajar. Se organizaba muy bien y sacaba tiempo de donde fuera para su profesión, la que nos daba de comer; para estar con su familia; para ir a pescar; tomar el sol; estar informado; ayudar desinteresadamente a los demás y escribir. n 1972, cuando todavía mi hermana pequeña no había nacido, papá celebraba sus bodas de plata en el deporte, entonces nos regaló a toda la familia un librito íntimo dónde mostraba su vida relacionada con el deporte. Primero como deportista y después como entrenador, locutor y colaborador en distintas federaciones. En este íntimo librito habla de sus etapas en Ruiloba, pueblo donde nació; Santander y Bilbao, ciudades donde estudió y creció deportivamente hablando y Novales, pueblo que le acogió. En el preámbulo del libreto, nos pide a sus hijas: “Cuando mis hijas sean mayorcitas, repasando esta modesta aventura, me gustaría oírlas decir: QUIERO HACER ALGO PARA MI BUENA FORMACIÓN DE LO QUE HIZO MI PADRE. Con esto me daría por satisfecho” Ahora… si tuviera que rellenar ese huequito con la profesión de mi padre, lo tendría muy claro: ESCRITOR DEPORTIVO y es como me gustaría que se le recordara siempre. Un hombre que ha vivido en el deporte, pero no de él.

Me gustaría expresar una inquietud sobre el futuro de sus obras, una vez que ya no estemos presentes en este mundo. Durante nuestra vida, podemos difundir y mantener vivas sus creaciones y su labor. Sus libros deportivos han dejado una huella en nuestra memoria. Sin embargo, inevitablemente llegará un momento en el que ya no estaremos aquí para preservar su legado de manera directa. Y en este punto es donde surge la incertidumbre y la pregunta de ¿qué ocurrirá con su obra? Muchas gracias a todos por organizar este especial y emotivo homenaje, por acompañarnos, por recordarle y lo más importante: “No le olvidéis nunca porque él ha vivido una vida hecha en paz y con cariño a los demás”. Y ahora os trasmito lo que otras personas que han querido que se trasmita de Armando Tener un abuelo escritor es un orgullo. Entrar a su casa a cualquier hora y siempre que no estuviese echando la siesta, encontrarle escribiendo era algo natural, lo más normal del mundo. Sin embargo, ahora lo pienso y veo lo especial que era eso, lo increíble que era ver a un señor de 88 años escribiendo a todas horas, a mano, a máquina, a ordenador. Le daba igual con tal de escribir, informarse, aprender.

Ahora realmente valoro lo que tenía cerca, aprecio lo grande que era que una persona de esa edad o casi de cualquiera, se sintiera con ganas de conocer cosas nuevas y de querer apuntarlas para contarlas más tarde. Es impresionante escribir más de una decena de libros deportivos y cientos de vocaciones a palabras o cosas con esa pasión, con esa visión moderna, analista, interesada. Le encantaba aprender o eso creo yo, y pienso que esa ansia por saber tenía que expresarlo de alguna forma bien contándonoslo o escribiéndolo para quien en un futuro quisiera leerlo. Me alegra pensar que esa curiosidad por saber cosas también la tengo yo. Me llena bastante el hueco. Tener un abuelo escritor es de lo mejor que podría pedir, al menos si es como el mío, apasionado, constante, con vocación. Echo eso bastante de menos, supongo que eso es bueno. Siempre he admirado su tesón, su pasión por el deporte, su ilusión constante porque no se perdiesen las hazañas pequeñas y grandes de las personas de aquí.

Tantísimas horas dedicadas a ayudar en federaciones, a buscar datos, a compartir tiempo con deportistas. Una participación convertida en vida después de su jubilación que aún con sinsabores le llenaba de orgullo por su tierra Yo siempre le decía que no quería su jubilación ni regalada, pero reconozco que esta segunda vida escritor por vocación deportivo le dio la vida de verdad. Mi tío Mando fue un enorme referente para una aspirante a periodista como era yo. Escuchar su entusiasmo al comentar partidos o sus análisis de la realidad fue un privilegio. Y si algo me contagió fue la capacidad para trabajar, la ilusión de abordar todos los desafíos y el gran sentido de la actualidad. Espero que se me pegaran sus virtudes, porque los defectos solo son míos.

Su personalidad era una inagotable fuente de energía, siempre lleno de ideas y con ganas de expresarlas y de hacerse escuchar. De ideas fijas, pero, flexible y muy empático con las personas de las que hablaba. Me gustaba su forma de plasmar los logros de los deportistas hablando siempre desde la más pura admiración y humildad de un amante del deporte. Uno de los primeros recuerdos que tengo con él de niña fue poder acompañarle a una entrega de premios que le hacían junto con una cena. Yo no debía de tener más de seis años, recuerdo su sonrisa y el brillo en los ojos, estaba en su salsa. Recuerdo cómo me quería presentar como su nieta mayor a todos los invitados alegando que estaba tan guapa y tan mayor que no sabía si tenía seis o diecisiete años (siempre con sus bromas).

La energía, la fuerza y el carisma que tenía Armando González Ruiz al entrar a un lugar es la misma que reflejaba en todos y cada uno de los libros que ha escrito. Poniendo mucho empeño y cariño, pero, sobre todo, una fe ciega en sí mismo y hacia el deporte cántabro al que dedicó gran parte de su vida profesional. Fue además de un buen hombre, un hombre bueno…. Que compartió su vida con una buena mujer, que además era una mujer buena. Ambos en el más amplio sentido de la palabra».

Cerró el acto Amado Zabala, tesorero de la SCE.

EMOTIVA INTERVENCIÓN DE AMADO ZABALA

Cerró el acto Amado Zabala, tesorero de la SCE y organizador del acto, quien en nombre suyo y de la junta directiva, pronunció con emoción este discurso:

«Mi querido amigo Armando: Tuve la suerte y el honor de conocerte hace ya más de dos lustros. La verdad es que pronto, mutuamente, simpatizamos, y, sin duda, guardo con cariño el aprecio y empeño que mostraste con la Asociación Amigos de Vicente Trueba y del Ciclismo Cántabro, de Torrelavega y, luego, con la Asociación Museo Vicente Trueba, así como con Cipriano Higuera Abascal, fallecido también, inesperadamente, en enero de este año, lo mismo que conmigo.

Mucho sentimos tu casi repentina e inesperada partida, tú, que plenamente dueño y responsable de tu vida, en perfectas condiciones físicas y mentales, habías decidido dejar de conducir y retirar tu Citroën, pero no, tu denodada y cotidiana entrega al trabajo de esforzado investigador del deporte, especialmente el cántabro, que luego ibas dejando plasmado en tu larga, prolífica y extensa actividad de escritor, cuyo título de Escritor Vitalicio hoy te entrega la Sociedad Cántabra de Escritores, aparte otros menesteres profesionales que también te ocupaban, y tu muy querido coro de Novales, cuando, de repente, nos dejaste perplejos y aturdidos, haciéndonos tomar conciencia de lo frágil y contingente que es la vida.

Es por esto que hoy te hacemos entrega de tan merecido título, si bien nuestro deseo siempre fue el de hacértelo en vida y, no por ello, este acto dejará de ser menos importante, porque entendemos es de justicia poner tu nombre en la cumbre literaria del deporte cántabro. Siempre recordaré tu sinceridad y honorabilidad, así como tu magistral eficiencia, que bien puede resumirse en tu constante referencia a la eficacia, a lo que tú denominabas ser pragmáticos. Siempre estuviste junto a los Amigos de Vicente Trueba y del Ciclismo Cántabro de Torrelavega y, sobre todo, muy ligado al Museo Vicente Trueba de Torrelavega, y a su Asociación, a cuyas reuniones siempre asistías puntualmente, enriqueciéndonos con tu gran saber y larga experiencia, que siempre valorábamos y que hoy echamos de menos. ¡Cómo no recordar el empeño y el esfuerzo que mantuviste cuando hace más de una década trajimos a Torrelavega al Campeonísimo balear, Don Guillermo Timoner Obrador, con 82 años entonces, el seis veces Campeón del mundo tras moto, con el inigualable palmarés de más de 1.500 victorias ciclistas en su haber!

Tú, fuiste el protagonista y el conductor de aquel memorable evento. Homenaje rendido en el Pabellón Municipal Vicente Trueba de Torrelavega, al Campeonísimo, Excmo. Sr. Don Guillermo Timoner, en el mes de septiembre, a las 12 del mediodía, del día 12, de 2012. Y, ¡cómo no recordar!, tus magníficas y excelentes entrevistas, admirables y magistrales, llevadas a cabo con motivo de rendir homenajes a grandes ciclistas cántabros, como Martín Piñera, los hermanos Adolfo y Emilio Cruz y otros. Sin duda, fuiste un faro iluminador en nuestro caminar asociativo, especialmente con la Asociación Museo Vicente Trueba, de la que eras un pilar y estabas orgulloso de pertenecer a ella, echándonos siempre una mano en todo lo que fuera preciso y que, nunca escatimaste tiempo ni entrega en orden a su defensa y promoción. No sólo fuiste un faro iluminador en nuestro caminar, sino que pronto decidiste hacerte miembro de la Sociedad Cántabra de Escritores, a la que, con todo el merecimiento, honras con tu prolífera y extensa obra literaria, como eximio escritor entregado al deporte, especialmente el cántabro, concentrada en tu monumental obra cumbre, Historia de los deportes de Cantabria, tres magníficos y detallados volúmenes, que de forma perfectamente organizada , a lo largo de 1800 páginas, dan cuenta de los deportes practicados en Cantabria, verdaderamente, todos, singularmente los bolos y el Ciclismo. Ediciones Tantín, año 2007.

Armando González Ruiz, tan querido y apreciado en el mundo del ciclismo y del deporte, infatigable escritor, además de tu magna Historia de los deportes de Cantabria, tienes meritorias y cuidadas publicaciones, autor asimismo de diferentes artículos y colaboraciones, referido todo al deporte, en cuya creación aún trabajabas con empeño, ahínco e ilusión, cuando el coronavirus te sobrevino acompañado de una neumonía. Además de escritor especializado en prácticamente todos los deportes, con sobrada experiencia y conocimiento de muchos de ellos, fuiste también distinguido organizador de eventos y competiciones y amigo de tus amigos, entre ellos, José Ignacio Viota Palomera; a los que hoy recordamos por su bonhombría y excelente buen hacer en el mundo del deporte cántabro. Descansen ambos en la para ellos bien merecida paz.

Una característica propia de Armando, que ciertamente le distinguía, generalmente nada común y, además, lo tenía por costumbre, era que, se tratara de quien se tratara o de cualquier buen hacer que presenciara, sabía reconocer los méritos ajenos y el buen hacer de los demás, y no dudaba en proclamarlo públicamente, justamente lo que hoy, con orgullo, desde la Sociedad Cántabra de Escritores proclamamos nosotros de él. Todo un caballero, amigo de sus amigos, trabajador incansable, buen consejero, de recto y sabio proceder, promotor por excelencia del Deporte Cántabro, del que prácticamente lo sabía todo y, al que mediante su rica y copiosa obra escrita, su mejor legado, él ha puesto en valor. Merecedor, desde el Deporte Cántabro, de una estatua conmemorativa, allá donde mejor proceda, no sólo a nivel local sino, sobre todo, regional. Lo que don Clemente López Dóriga, un ilustre olvidado, fue para el ciclismo cántabro y español, no menos lo es don Armando González Ruiz para el Deporte Cántabro. Ambos merecedores, por sobrados méritos propios, de sus respectivos reconocimientos públicos e institucionales».

Un largo aplauso de la nutrida asistencia cerró este brillante acto de la Sociedad Cántabra de Escritores en colaboración, una vez más, con el Centro Gallego de Santander.

Fotos: Carlos Gustavo Alútiz Ruisánchez.