Por Isidro Cicero

Marimar Gómez Guerra. Autora, voluntaria en nuestra librería y cuentoterapeuta.
Hay cuentos muy antiguos, muy populares, muy universales, que contienen un principio activo en su interior. No se sabe cómo es eso que tienen, pero lo tienen. Quizá sea algo de la estructura, quizá esté en los materiales verbales inalcanzables al ojo humano y al oído. Quizá esos materiales que son palabras, quizá poseen poderes paramagnéticos o diamagnéticos capaces de atrapar a las mentes como los imanes atrapan las chinchetas. Quién sabe qué es eso que contienen los cuentos, pero a un niño que no se atrevía a escribir palabras porque ni siquiera se atrevía a pensar que sabía escribirlas, oyó un cuento que le contó la maestra y sin acabar de oírlo tuvo el suficiente valor para salir al encerado y escribir con la tiza delante de toda la clase. Ese niño probablemente no ha parado de crecer.
No se sabe qué magnética contienen los cuentos, principios activos si, excipientes no, pero en Yemaa el Fnaa, en las cocinas de nuestras montañas, en los santos evangelios y en los apólogos que nos trajeron de la India, el cuento siempre ha enseñado, ha transmitido moralejas, ha ayudado a reflexionar, ha encendido cerillas de pensamiento en las mentes de la gente.
Es un magnetismo de carácter desconocido, pero las abuelas lo han sabido utilizar para transmitir confianza a las madres, las madres a las hijas y las hijas a las nietas, así desde que el mundo es mundo y desde que unas generaciones suceden a otras sobre la tierra como las olas del mar vienen unas a cubrir la arena que las anteriores han dejado descubiertas al retirarse.
Las abuelas y las madres a través de los cuentos penetran en los más profundos recovecos del ser humano a través del subconsciente y le proponen, por una parte, conocerse y conocer lo que le pasa y por otra le asoman a mundos diferentes, infinitamente mejores y más vivibles que estos en los que realmente bregamos.
María del Mar Gómez Guerra se ha tomado muy en serio esta capacidad que tienen los relatos arquetípicos para ayudar a las personas a conocerse, identificar sus frustraciones y descubrir las heridas del alma que no recuerdan, que les son desconocidas, porque si las recordaran claramente, probablemente estarían curadas.
Después de hablar con Marimar de cuentoterapia, pienso yo en el cuento como en una planta medicinal, el Rosmarinus officinalis, por ejemplo, la Malva sylvestris o el plantago. El cuento puede sanar. Algunas veces se dudó, pero ya no se discute el poder de la hidroterapia, la fitoterapia, la aromaterapia, la musicoterapia… Y luego viene ya la cuentoterapia.
Los cuentos medicinales curan como cura el romero, la manzanilla de Sarres y el té de Peña Labra. Pero hay que saber buscarlos, identificarlos, prepararlos y administrarlos. No todos los tés valen para las mismas dolencias. No todos somos capaces de encontrar el cuento que ayuda a descubrir y curar una herida escondida en el subconsciente. El sentimiento de abandono, del maltrato, los miedos y terrores, la soledad, el bulling, el abuso infantil, la agresividad ambiental, la envidia entre los hermanos, y tantas y tantas patologías que nos aquejan casi desde que abrimos los ojos a este mundo hasta que los cerramos definitivamente para decirle adiós, son dolencias del alma con las que convivimos sin darnos cuenta.
El primero que dijo “cuentoterapia” fue el psicólogo y psicoterapeuta Lorenzo Hernández Pallarés. Llevaba más de 30 años trabajando en Psicoterapia Clínica y Psicopedagogía, hasta que dio con el remedio casero del cuento que vacuna y produce anticuerpos mentales en la psicología del niño y le sirve para luchar y abrirse camino contra los problemas que se le presentarán en la vida.
Hernández Pallarés creó dos catálogos, uno de problemas psicológicos y otro de cuentos que iban bien para hacer consciente el mensaje que recibe el inconsciente con esos problemas. Así se entretejen arquetipos de sanación como el Mago, el Hada, el Rey o la Reina, los espíritus de la naturaleza, los animales que hablan, los genios y los talismanes u objetos de poder. Un mundo lleno de charcos, bosques oscuros, malvados que te persiguen, ogros, brujas, dragones y fantasmas.
Bruno Betellheim dice que todos los cuentos populares reflejan la múltiple evolución del niño. El fracaso del egocentrismo, la soledad, la falta de afecto, la satisfacción del deseo (casa de chocolate) y el triunfo sobre el peligro (la bruja) está simbolizado en el cuento “Hansel y Gretel”. El complejo de Edipo, en “Blancanieves”. La pubertad en “Caperucita roja”. La rivalidad entre hermanos en “La Cenicienta”. El miedo sexual en “La Bella y la Bestia”. El incesto en “Piel de asno”, un tema tabú del que todos saben algo, pero del que pocos se atreven a hablar.
Marimar, nuestra escritora voluntaria, ha analizado multitud de cuentos sanadores. Si le preguntas cuál le ha impactado más entré todos ellos te dirá que “Juull”, el cuento del autor belga-flamenco Gregie de Maeyer, que afronta sin tapujos el problema del bullyng. “Resulta impactante ver como una persona se autodestruye con tal de ser aceptada”, dice textualmente María Mar Gómez Guerra.
Por cierto, una autora que ha publicado cinco libros: Relatos para despertar el corazón dormido (2007), Cambio inesperado (2008), El cofre sagrado (2009), Cuentos de la abuela Carmina (2016), Nuria no quiere enfadarse (2018).
Ha colaborado en todos los libros colectivos de la Sociedad Cántabra de Escritores y ha conseguido los siguientes premios literarios: I Premio Certamen de Cuentos Breves de Comillas (Cantabria), 2008, con el relato El corazón y la razón Mención Honorífica, I Certamen de Relato Breve “Bodega La Montaña”, Santander, con el relato Cambio inesperado (2008). I Premio IX Certamen de Relato Breve Navideño Cuna del Canal de Castilla, Alar del Rey (Palencia), 2008, con el relato La magia del amor. Finalista VI Certamen de Cuentos Breves de Comillas (Cantabria), 2009, con el relato Un amigo de verdad. I Premio VII Certamen de Cuentos Breves de Comillas (Cantabria), 2010, con el relato La cigüeña Catalina. Finalista VII Certamen de Cuentos Breves de Comillas (Cantabria), 2010, con el relato En un rincón de la memoria. También ha formado parte de varios jurados literarios
Santanderina, es una mujer vital, defensora de la educación en valores, consciente de la dualidad del ser humano que mira siempre el lado brillante de la vida y si está oscuro lo frota hasta que brille.
Trabaja como auxiliar administrativa en el hospital. Desde que descubrió su propia creatividad y se inició en el arte de la escritura, se convirtió en autora de sueños en forma de cuentos, de historias poéticas y relatos fascinantes impregnados con mensajes de evolución espiritual.