Homenaje a María Saro Alonso

El sábado 7 de octubre de 2023 tuve el placer de asistir al homenaje dedicado a María Saro Alonso que fue miembro de nuestra Sociedad Cántabra de Escritores y mi amiga. Marta Serrano & Jana de Luque hicieron una gran interpretación en las casas del Águila y la Parra en Santillana del Mar, después de una activa investigación sobre la poeta cayonesa.

Ella fue una mujer autodidacta, con carácter independiente y decidido, feminista, escribió «La Braña. Poemas y pensamientos» en 1975 y «Bajo un cielo gris» en el 2000, dos libros de poemas. Tuvo que ser muy complicado para ella en aquellos tiempos sacar su creación adelante.

Es una de las seis poetas cántabras reconocidas del siglo XX. La única mujer del entorno Rural y la que más alejada estuvo de la educación, ya que dejó de estudiar a los 12 años, aunque posteriormente retomó los estudios de enfermería a distancia en la Facultad de Medicina de Valladolid. Durante la Guerra Civil tuvo la oportunidad de ejercer en los dos bandos.

Nació en 1912 en Guarnizo, aunque por su propio deseo siempre se dice que en La Abadilla de Cayón ya que fue una gran enamorada de las tierras y gentes cayonesas, donde vivió la mayor parte de su vida y tenía su casa solariega, murió el 24 de enero de 2007 a los 95 años y reposa en el cementerio del pueblo que amó.

Participó en tertulias y revistas literarias, dio recitales de poesía en diferentes regiones, fomentó actividades culturales y fue preseleccionada por la UNESCO en la denominación a los cinco mejores poetas españoles y miembro honorífico de este organismo. También tuvo el honor de ser Doctora Honoraria de Literatura de la Academia Mundial Moderna y Miembro Titular Académico del Centro Cultural Literario y Artístico Agustín García Alonso de Aranguren (Vizcaya).

Cuando era joven fue gran aficionada a representar obras teatrales junto a sus amigas. En sus últimas décadas aprendió a conducir y a manejar el ordenador, aunque tengo que reconocer que lo de conducir no era su fuerte, cuando íbamos juntas yo llevaba mi coche y era quien conducía. Recuerdo que me decía:

—Gildita —así me llamaba cariñosamente—, entiendo que tienes miedo de que yo te lleve.

—No María —la respondía—, es que a mí me gusta mucho conducir.

Tenía gran disposición para recitar un poema para aquel que quisiera escucharla, siempre de memoria, no necesitaba leerlo, sus poemarios estaban en su mente, en esa memoria prodigiosa que poseía.

Como anécdota y claro ejemplo de su carácter independiente y feminista contaré que estaba casada con Ambrosio San Emeterio Arenal y no tenían hijos vivos. Para costear su primer libro acudió al Banco a retirar su propio dinero, pues ella procedía de una familia con posibles, pero en una época en que las mujeres necesitaban la firma de sus esposos para hacer este tipo de operaciones, los empleados se lo negaron hasta que lo firmase su marido, ni corta ni perezosa cogió el papel y llegada a su casa falsificó la firma de Ambrosio y volvió al Banco a retirar su dinero.

María varias veces me comentó que su esposo no se oponía a sus actividades culturales, pero tampoco la alentaba a nada y un día que estaba especialmente impertinente llegó a decirla: «Tienes que pedirme permiso para hacer estas cosas».

Ella ni corta ni perezosa le contestó: «Tú siempre has vivido a tu gusto, yo también tengo derecho a vivir al mío y si no estás contento, como no tenemos otros vínculos que nos unan, ya que no tenemos hijos, pues nos separamos». Y así se cerró para siempre el tema literario de María con su esposo, siguieron casados hasta que a su compañero de vida le llegó la hora de partir. Ella nunca vistió de luto.

María fue una prestigiosa y reconocida poeta. Muchas veces la acompañé al Archivo Diocesano de Santillana del Mar y a la Biblioteca Municipal Menéndez Pelayo de Santander, las dos buscábamos información para nuestros respectivos trabajos. Estaba empeñada en desempolvar la historia de Cayón y de sus gentes y en ello invirtió muchas horas, trabajo y dinero. Tenía una maleta llena de folios manuscritos y fotocopias, pero por desgracia no pudo ver su obra terminada.

«Me falta tiempo», me decía. «No voy a llegar. ¿Qué hago con toda esta información que tengo?, ¿a quién se la dejo? Tengo miedo de que cuando yo no esté la destruyan». Me preguntaba, creo que esperando la respuesta que nunca le di, de hacerme cargo de continuar con su obra, yo era muy joven y esta idea me daba vértigo. Nunca pensé que con el paso de los años yo iba a escribir y mucho, sobre la tierra que tanto amo.

Al fallecer María Saro estos legajos fueron donados por su sobrino al Ayuntamiento de Santa María de Cayón. Ignoro si el Ayuntamiento ha hecho uso de ellos, pues en ningún lugar he leído «información facilitada por María Saro», pero tal vez sí exista y yo la desconozco.

Texto: Gilda Ruiloba Gutiérrez.