Por Marino Pérez Avellaneda
Traigo a colación esta frase del gran José María de Pereda con la que cierro mi “Introducción” al libro sobre su figura y obra que presentaremos el martes 9 de noviembre en el salón de actos del Ateneo de Santander, dedicado al recuerdo y homenaje de cuatro escritores de pro que se nos han ido recientemente: El gran Benito Madariaga, los añorados compañeros de la SCE Manolo Bartolomé y Serafín Fernández Villazón, así como el genial hispanista británico, Anthony Clarke, víctima del coronavirus. A los cuatro dedicamos esta reedición no venal de la obra de Pereda publicada por Benito Madariaga en 2003, con el título de “José María de Pereda y su tiempo”, corregida y aumentada ahora con dos interesantes colaboraciones, una por parte de Manolo Bartolomé, cuyo original me envió unas semanas antes de fallecer, y otra de Tino Barrero, que aportan originales y novedosas perspectivas a la obra de Benito que él mismo me había ofrecido a mediados de 2017 cuando yo era Presidente de la SCE, para utilizarla como aportación de la SCE al Congreso Internacional sobre Pereda que se estaba gestando en aquellos momentos y en el cual se iba a homenajear a Anthony Clarke, pero que al final no cuajó. Ese hecho, más la muerte de Benito a finales de 2019 y el comienzo de la pandemia de covid pocos meses después, paralizó la publicación que hemos retomado con renovado brío una vez que parece vislumbrarse la luz al final del túnel en que nos ha tenido sumidos.
De esta manera, hemos reconvertido aquella iniciativa de Benito en un reconocimiento a su figura junto a la de los otros tres escritores, gracias al apoyo de los compañeros de la SCE y a la participación de las entidades que han colaborado en la publicación, así como al buen hacer de Carmen en la imprenta Bedia.
Al añorar la profunda amistad que me unía con Benito, Manolo y Serafín, a Clarke apenas lo había tratado, me viene a la memoria una preciosa canción que nos llega del Sur, de ese mundo que canta para espantar las penas. Seguro que todos hemos entonado y bailado más de una vez esa famosa sevillana que dice: “Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va, / y va dejando una huella que no se puede borrar”…, “ese vacío que deja el amigo que se va / es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar”.
La tonada, de tema triste y apariencia alegre, como casi todo el cante andaluz, me sirve de apoyo para manifestar el sentimiento ambivalente que me embarga en estos momentos que rememoramos sus figuras, porque, en este caso, además, no se ha producido un vacío, sino cuatro, casi simultáneos.
Y es que, por un lado, nos asola la tristeza porque ya no están más con nosotros, ni con sus familiares cercanos, ni con sus amigos o compañeros de trabajo y de jubilación, y ya no pueden ofrecernos más el producto de su creatividad, ni la confidencia amable de un buen amigo…
Pero, por otra parte, también quiero aportar cierta dosis de optimismo y me permito una nueva referencia en este caso adaptada. Porque “la vida de los escritores no termina” con la muerte, sino que permanece en el tiempo a través de sus obras. Nos han dejado el legado de su producción escrita a través de la cual serán siempre recordados, y nos consuela saber que ya están formando parte del ‘Parnaso’ de los Escritores de Cantabria…
Manolo y Serafín (2018), Benito (2019), y Anthony (2020) seguís en nuestra Memoria. No os olvidamos. ¡Larga vida a las Letras de Cantabria!
Fuente: El Diario Montañés (09/11/2021)