
Nació en Santoña durante una de las estancias de la familia en establecimientos militares. Su padre, Francisco, le transmitió su conocimiento del latín, su escepticismo religioso y su desilusión por la vida castrense.
Ingresó voluntario para poder estudiar Derecho y Filosofía y Letras en las Universidades de Valladolid y en la de Madrid, donde entre 1867 y 1871, participó en los círculos krausistas, llegando incluso a presentarse en 1871, con veinticinco años, a la cátedra de Filosofía fundada por Sanz del Río.
Perteneció a la masonería, donde adoptó el nombre de ‘Sócrates’, y con José Muro, se inscribió en la Logia “Reforma 45” de Valladolid, aunque la abandonaría en 1883. En torno a 1870 escribió su larguísimo poema “Andrés y María”, en siete cantos donde desplegó el más feroz alegato contra la vida militar. Y en 1872 publicó Kosmos, del que diría Menéndez Pelayo, D. Marcelino: “Quien desee conocer en todos sus detalles la literatura heterodoxa de estos últimos años, puede fijarse en […] el Kosmos […] poema del krausista Macías”.
En 1874 obtuvo cátedra de instituto en Tortosa. En 1876 se doctoró ante un tribunal presidido por Amador de los Ríos y del que formaba parte Miguel Morayta, máximo dirigente de la masonería española. Y en 1877, suprimido el instituto de Tortosa, consiguió traslado al José Zorrilla de Valladolid. Ese mismo año contrajo matrimonio con Romana Sanz Alcubilla, con la que tendría nueve hijos, a todos los cuales iría poniendo un nombre griego o romano. Ya no abandonará la ciudad del Pisuerga.
Fundó con José Muro, y dirigió, el periódico republicano-progresista La Libertad (1881), y después de publicar Apuntes y estudios sobre la Instrucción pública en España (1882), que obtuvo una gran difusión, participó activamente en la reforma educativa del Marqués de Sardoal (1883), como luego, once años después, lo haría en la prevista por Groizard. Planteaba problemas y apuntaba soluciones concretas que, en parte, pretendían situarse por encima de las meras ideologías.
En 1884 ocupó la dirección de La Libertad, que ostentaría hasta su muerte. Convirtió el periódico en una tribuna de polémica política y social, en la que se encuadraría gran parte de la juventud progresista y revolucionaria de la ciudad y de la región, apareciendo a veces en sus páginas la firma de Unamuno. Con El problema nacional. Hechos, causas, remedios (1899) se sitúa en la línea regeneracionista, cuya máxima figura fue Joaquín Costa. Estuvo en el Consejo de Administración de la Caja de Ahorros y fue concejal republicano de Valladolid hasta 1895.