
Gonzalo P. Sánchez Eguren es ya un incondicional en esta casa que hace “nuestra” la generosidad de su anfitrión, José Antonio Otero, Presidente del Centro Gallego en Santander.
Todos los terceros días martes de cada mes es un verdadero placer reunirse en la biblioteca del CG, a las seis de la tarde, con los compañeros de la junta Directiva de la SCE. Desvelar los sueños y proyectos de nuestro Presidente, Isidro Cicero, sobre la mesa, y ver como se consiguen los objetivos marcados o se demoran otros, como la celebración del Día de las Letras de Cantabria, 2020 en Reinosa, por culpa de la demoledora riada del día 19 de diciembre que ha cambiado las prioridades de la Alcaldía en pro de la solidaridad con los afectados. Y a continuación, la conferencia a las 19:30 –hoy, Marcelino y los breves apuntes, 140 años después-.
Decíamos que Gonzalo es un hombre de la casa, un incondicional, un caballero moderno que sabe todo sobre las cuevas prehistóricas y que viaja con esas joyas que son el magnífico patrimonio de Cantabria, por todo el occidente. Pues bien, ya en febrero de 2018 nos deparó una maravillosa conferencia sobre las nueve cuevas cántabras que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad. La de hoy ha sido un viaje al pensamiento de don Marcelino Sanz de Sautuola, sus Breves Apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Cantabria (27 pp), los avatares de su investigación, y los pronunciamientos que ello produjo en el entorno internacional.
Seguramente, Benito Madariaga, fallecido el pasado 11 de diciembre, socio de honor de la SCE y cronista de la Ciudad de Santander, un académico y estudioso de Pérez Galdós y también de don Marcelino, habría disfrutado escuchando a Gonzalo la crónica de ese tiempo pasado que aún hoy, más que entonces nos asombra, 140 años después de que se produjera la revelación de que las pinturas encontradas en Altamira son prehistóricas.
En su recorrido por el tiempo y la personalidad de don Marcelino, nos presenta Gonzalo a un hombre curioso, culto y amante de la naturaleza y de la observación; un hombre que sin ser antropólogo, ni geólogo, ni historiador, llevó a sus últimas consecuencias el proceso de datación de las cuevas y de los objetos allí contenidos; cómo lo hizo -mediante comunicación 24 de enero de 2020 Piera-, y cómo cambió su percepción de los hechos descubiertos en Altamira, la asistencia a la Exposición Universal de París, en 1878. Es en esta Exposición donde Marcelino visita el Pabellón de Antropología en la que se muestran piezas de yacimientos datadas como prehistóricas, huesos trabajados con signos geométricos y figurativos, e industria lítica como algunos otros objetos y grabados que habían despertado la curiosidad de nuestro ilustre cántabro en sus recorridos por Santillana y aledaños. Es así que a su regreso va a dedicarse a recorrer Piélagos, Camargo y Santillana para hacer excavaciones, y llega el gran momento, en 1879, en el que María , una de sus hijas, levanta la lámpara hacia el techo de la cueva de Juan Mortero –luego, Altamira- y observa lo insólito, las pinturas. En su libreto de apuntes aparecen además otros objetos prehistóricos de la provincia. No sólo nos habla de Altamira sino de cinco cuevas más, entre las que se encuentra la del Mazo, en Camargo y la del Pando, verdaderos depósitos oseos que hoy se sabe que proceden de dos especies humanas, neardentales y sapiens, y cuyas dataciones más antiguas alcanzan los 80.000 años.
En los Apuntes se incluyen láminas con grabados -hechos por un copista sordomudo, Paul Ratier- de los restos hallados, y algunos de los informes que Marcelino envió a Émile Cartaihc y Gabriel de Mortillet.
De la humildad excepcional de nuestro hombre citó Gonzalo alguna frase en la que viene a decir que sus interpretaciones o inquietudes son sólo un legado para otras gentes más académicas y científicas que pudieran verificarlas en el futuro. Un ejemplo de buen hacer y de bien decir que sólo los verdaderos genios son capaces de trascender.