
Ángeles Sánchez Gandarillas ha sido la ganadora del II Concurso Internacional de Microrrelatos Vallucos con el relato titulado “Perlas”.
Ángeles escribe habitualmente poemas y relatos presentándose a numerosos concursos literarios donde ha cosechado un sinfín de ellos, más de treinta, en poesía, haiku, rimada, verso blanco y en relato corto y breve y microrrelato. Colabora con numerosas publicaciones y revistas en papel y digitales, radio, club de lectura y escritura, jurado, declamaciones y actividades culturales de todo tipo.
El Molino Tejada, en Ruerrero, convoca este premio con el tema de la patata como producto alimenticio estrella de Valderredible. Pretende fomentar la creación literaria a través de la narración corta entre el mayor número posible de amantes del valle de Valderredible.
Un bello relato costumbrista nos muestra la vida ordinaria en un pueblo del valle, Ruerrero. Un sensible y poético cuento con un rico vocabulario nos describe la vida de un niño y su familia.
La obra premiada y las finalistas serán publicadas con el fin de preservar estos relatos para las generaciones venideras.

PERLAS
Pedro llegó a casa con las últimas campanadas del Rosario, que se colaban en los hogares de Ruerrero como el día y la noche. Él pensaba que su eco, antes de tropezar con los montes, peinaba los robles, los tejos y las hayas. Pedro venía de jugar con sus amigos en la torre medieval pero, cuando regresaba, decidió nadar hasta una de las dos islas del río Ebro; allí se sentía el protagonista de La isla del tesoro… Pescó cangrejos para justificar la mojadura y evitar la reprimenda.
Antes de quitarse las albarcas ‘esmengó’ las ‘yezas’ de panojas y cebollas, y los atados de alubias que colgaban del balcón; le encantaba como cascabeleaban. Entró en casa y dio un beso a sus padres, se lavó las manos en el pilón de la cocina, y devoró una pera.
La madre amasaba harina de maíz y trigo para el desayuno, que ‘yeldarían’ toda la noche, mientras guisaba patatas con judías y pimientos choriceros. El progenitor, sentado, acababa de cebar las vacas, y comentó que la novilla pariría con la luna llena. También había cerrado el gallinero y el corral de las ovejas para que los zorros y los lobos no los mataran.
La esposa puso en la mesa el guiso, y una bandeja de torreznos y huevos, fritos, y cenaron acompañados del chisporroteo de la lumbre, y con el ronco moler del molino de Tejada. Tras la cena, padre e hijo, subieron la escalera de castaño hasta la habitación del chiquillo, que estaba a medio iluminar por la luna. Entre las dos ventanas se alzaba un armario ropero; el arcón de la abuela estaba enfrente; en medio del cuarto se ubicaba la cama y la mesita de noche donde reposaba el crucifijo de la primera comunión.
Se desnudó, rezó, y se acostó con rapidez. Su padre comenzó a leer el capítulo treinta y dos de La isla del tesoro, que había conseguido por medio del trueque, un queso de oveja curado, con una tendera en la feria de San Roque.
Cuando concluyó la lectura, Pedro preguntó:
—Padre, ¿merece la pena arriesgar la vida por un tesoro?
—No, hijo. La vida es el mayor tesoro.
—La abuela decía que en el desván tenemos uno…
El hombre suspiró y, acariciándole el cabello, le besó, apagó la vela y cerró la puerta tras él…
Pedro esperó unos minutos para subir al desván, no temía hacerlo porque su abuela le cuidaba desde el cielo. Abrió la trampilla y entró. El desván, apenas iluminado por la luna que se filtraba por el tragaluz, le permitía ver los escasos alimentos que quedaban: cebollas rojas, nueces, un canastillo mediado de ‘caricos’, y varias ‘yezas’ de ajos y pimientos choriceros que colgaban de las vigas. Había un espacio muy grande, cubierto con hierba seca, dispuesto para recibir el tesoro: las patatas que, como decía la abuela, eran perlas de tierra.
1. Esmengar: empujar.
2. Yeza: trenzado.
3. Yeldar: reposar.
4. Caricos: alubias redondas, color de vino.