Camino de cumplir cien años (2025), respaldamos su intensa labor investigadora.
Varios compañeros de la Sociedad Cántabra de Escritores –Antonio Esquivias, Marino Pérez Avellaneda, José Ramón Saiz y Víctor Abascal– con un nexo de unión en el estudio y la investigación de la historia, visitamos recientemente al jesuita-historiador Eutimio Martino Redondo (Vierdes, 1925), que reside desde hace un tiempo en el retiro que la Compañía de Jesús tiene para sus hermanos mayores en Villagarcía de Campos en la provincia de Valladolid. Allí, disfrutando del merecido descanso y de amplios jardines para el paseo y la meditación, se encuentra Martino que es, a mi juicio, un historiador de referencia en la construcción de la historia de Cantabria y de los cántabros, que durante décadas ha investigado sobre el terreno los orígenes lebaniegos de Pelayo. Los títulos de su fecunda investigación histórica se refieren, en gran parte, a la historia pasada de nuestro pueblo, desde las guerras contra Roma hasta la Rebelión de Pelayo, como lleva por título una de sus obras (2007). Ya son varios los veranos que por imperativo de la edad –que no de sus pasiones– no recorre los pueblos lebaniegos, dejándonos en 2017 una obra definitiva: En torno a Liébana.

Cronista oficial de Camaleño desde agosto de 2018, Eutimio Martino es un leonés que ha encontrado en las montañas que unen León, Cantabria y Asturias, el escenario de vida de Pelayo, su esposa Gaudiosa y sus hijos, que fueron reyes, Favila y Hermesinda, ésta casó con Alfonso I, hijo del duque Pedro de Cantabria en lo que fue un matrimonio de amor pero sobre todo de conveniencia en cuanto a unir fuerzas frente al invasor. Como se ha escrito sobre este distinguido historiador, sus numerosos trabajos no son divagaciones, sino investigaciones hechas con entusiasmo y cabeza, con conocimiento directo, no sólo de las fuentes escritas, sino de las tradiciones orales y del terreno que ha recorrido palmo a palmo como parte de su trabajo.
Una hora conversamos con él, siempre animoso y con ganas de hablar de historia y de Pelayo, sus investigaciones como su gran reto, bien cumplido, de desentrañar un personaje tan mítico como Pelayo, labor que siempre ha calificado de desafiante si se tiene en cuenta que, por un lado, están quienes afirman que ni siquiera existió y, por otro, los que exageran sobre su caudillaje. Lejos de desanimarlo en su labor investigadora, esos extremos le animaron a averiguar «qué hubo de verdad» en la existencia de tan importante figura, buscando otras alternativas a las oficiales desde el reconocimiento de que en torno a la personalidad de Pelayo ha existido mucha distorsión de la información cronística.
LA BÚSQUEDA DE LOS ORÍGENES DE PELAYO
Durante el encuentro, no paró de hablar y de insistir en su tesis de un Pelayo lebaniego. Citó tanto la aldea de Brece –lugar desde el que Pelayo, al parecer, huyó perseguido a los Picos– como el río Pianonia localizados, inicialmente, en la zona asturiana de Infiesto, a unos treinta kilómetros de Picos de Europa (donde existió un caserío denominado Brecín y un río Piloña derivado del Pianonia), Martino ha concluido sus investigaciones toponímicas señalando que ese lugar se encontraba en Liébana al tratarse de la aldea denominada Brez y el río Belondio, parte del territorio liebanense desde el que Pelayo mantuvo sus primeras escaramuzas guerreras.
Para Eutimio Martino la tradición de Pelayo entre los lebaniegos y valdeones es más fuerte que en Infiesto y otras partes de la Asturias actual. Defiende que Covadonga no es parte de la leyenda que algunos pretenden, pero tampoco la extraordinaria batalla que se narra por el número de contendientes. Apunta, sin embargo, a que fue el lugar donde las fuerzas árabes fueron derrotadas, hecho que no pudo ser rebajado por las fuentes musulmanas.
Divididos los supervivientes, algunos huyeron por la misma ruta por la que habían llegado; otros subieron a la meseta de Enol y con guías intentaron el camino del sur siguiendo vías empedradas que, bajando hasta Arenas de Cabrales, tras ascender por el Caoro-Portudera, bajar a Tielve y de allí a los puertos de Áliva. Finalmente, se dirigieron hacia la zona central de Liébana y donde muy cerca de Cosgaya, según la tradición y algunas crónicas, fueron derrotados y muchos perecieron.
DUDAS SOBRE SU ASCENDENCIA “GODA”
Sobre el origen de Pelayo, Martino sostiene que Pelayo no era godo, como tampoco un noble emparentado con la corte de Toledo, como asegura la tradición histórica. Martino llega a estas conclusiones a través de sus investigaciones sobre el terreno y, sobre todo, a su intuición ante los inconvenientes que supone la falta de fuentes documentales, lo que ha obligado a buscar otras alternativas.
Argumenta Martino la improcedencia de considerarle godo al estar probado lo que les costó a los mismos godos dominar a los cántabros, apuntando la siguiente interrogante, acompañada de su propia respuesta: «¿cómo iba a acaudillar a los cántabros uno de aquellos a quienes odiaban?». Por eso, Martino mantiene que era lebaniego y que, como dicen las crónicas, «sublevó a sus paisanos, los de su comarca», aprovechando una subida abusiva de impuestos decretada por el jefe árabe Munuza.
La tesis de Martino parece acertada. Consideramos que es difícil creer que fuera elegido caudillo, de forma pacífica, un extranjero. Si Pelayo es un visigodo como defienden las Crónicas, esta incongruencia se hace, incluso, más disparatada, sobre todo si tenemos en cuenta que los cántabros mantuvieron una actitud de resistencia frente a Toledo. Difícilmente podemos creer que ese Pelayo –godo, noble, emigrado– consiguiera integrarse con semejante éxito en el seno de una sociedad que no había sido integrada en las estructuras sociales y políticas del Reino de Toledo, como demostró la creación del Ducado de Cantabria.
Estas deducciones nos permiten poner en duda la ascendencia «goda» de Pelayo. Sin embargo, el profesor Benito Ruano considera no sólo que Favila era el padre de Pelayo, sino que además cree que el primero debió ser dux de algún territorio del norte. De aquí deduce que Pelayo gozaría de ciertos contactos en la región previos a la invasión islámica. Este autor llega a sopesar la posibilidad de que en su infancia viviera en la zona y que, incluso naciera allí como consecuencia de las obligaciones políticas y militares de su padre, versión que otros autores no aceptan por cuanto las relaciones entre visigodos y los lugareños no fueron tan pacíficas.
Nos encontramos, por tanto, ante el jefe militar de una serie de grupos autóctonos en plena transformación. Parece lógico suponer –como bien sostiene Martino– que al frente de un fenómeno local se hallara un líder autóctono y no un godo, si bien no es posible dilucidar definitivamente esta incógnita por la precariedad de las fuentes. Lo escribe alto y claro: es más que dudoso que fuera un hispanovisigodo emigrado, pero esta consideración –como otras– tampoco puede negarse con rotundidad ya que son muchas las contradicciones y limitaciones de las hipótesis tradicionales sobre la personalidad histórica del caudillo Pelayo.
En aquellos tiempos oscuros de nuestra historia ocurrieron, sin duda, muchos hechos que será muy difícil descifrar, si bien ha sido mucho lo que ha aportado con rigor Eutimio Martino en sus investigaciones en las que ha combinado las fuentes documentales, las tradiciones populares, la toponimia y un conocimiento exacto del lugar de los hechos, en los que Pelayo («una especie de somatén», compara) empleó las mismas viejas técnicas que usaron sus antepasados cántabros contra los romanos, esto es, emboscadas y encerronas en los «embudos» naturales de Picos de Europa, la misma técnica guerrera también apuntada por el historiador Ambrosio de Morales en el siglo XVI, que indicó que el ejemplo de la resistencia de los antiguos cántabros contra las legiones romanas, planteada en las montañas de Picos de Europa, pudo inspirar a Pelayo a repetir lo mismo, pero contra el Islam.
Una hora, sesenta minutos, que escuchamos al viejo historiador con atención y asombro por su enérgica convicción sobre todo lo que afirmaba: que Pelayo tiene sus raíces en Liébana, un notable entre los cántabros del territorio liebanense que pisando las antiguas calzadas romanas fue capaz de reunir a numerosos seguidores con los que se sublevó haciendo frente a los invasores.
Martino cumplirá en 2025 cien años. Una vida intensa entregada a la investigación que nunca le agradeceremos suficientemente. Por ello, teniendo Liébana un Cronista Oficial en la persona de Pedro Álvarez Fernández (cofundador y compañero de la SCE), representaría un gesto de justicia nombrarle Cronista Honorario a quien ya es, desde hace años, Cronista de la vecina provincia de León.
Artículo publicado en Luz de Liébana de mayo-junio 2023